Jñāna-yoga

Jñāna-yoga

Jñāna significa literalmente ‘conocimiento’, ‘sabiduría’, ‘comprensión’ o ‘cognición’, que se refiere a un conocimiento existencial. Los griegos denominaban epiginosko (ἐπιγινώσκω) a este poder revelador.  La palabra yoga significa ‘unión’.  Así, jñāna-yoga es en sendero que apunta a realizar la unión esencial entre la parte y el Todo mediante el conocimiento. Es una de las cuatro vías yóguicas clásicas de desarrollo, la cual desemboca en la disolución de la ignorancia y la revelación no solo de que el mundo es una proyección ilusoria sino de que nuestra auténtica naturaleza es Brahman.

El jñāna-yoga está estrechamente asociado con el advaita, o la línea del vedānta que reconoce una única realidad tras este universo de nombres y formas. Este sistema yóguico constituye el aspecto práctico de la escuela del vedānta. Según la visión del jñāna, el Ātman reside en todo lugar y en toda criatura.

Esta vía de sabiduría te lleva a descubrir que el centro de tu existencia no es solo tuyo, sino que es el centro de todo lo que existe: el Ser o la consciencia. Propone restructurar la concepción occidental de la consciencia. Desde nuestra perspectiva dual y relativa, consideramos que la consciencia es una facultad o capacidad que poseemos. Pero desde la perspectiva absoluta, es la consciencia la que nos posee a nosotros; la consciencia no nos pertenece, sino que somos nosotros quienes le pertenecemos a ella. Ella nos precede, ya que, como mentes, ocupamos un lugar subsecuente en el proceso de la manifestación cósmica.

El jñāna-yoga es considerada una senda destructiva, dado que contribuye a la evaporación de nuestro habitual estado cognitivo de sujeto-objeto. Nos anima a cuestionar la fuente de nuestra existencia porque su enseñanza básica es que nuestra verdadera naturaleza es divina, la realidad última que yace en lo profundo de cada criatura viviente.

Aunque el jñāna-yoga es el sendero de la sabiduría por excelencia, cabe aclarar que no se trata del conocimiento que es conocido por un conocedor; sino que es la sabiduría que elimina toda diferencia entre el conocimiento, el conocedor y lo conocido. Jñāna no es el resultado del pensamiento sino de la toma de consciencia de la realidad.

Muchos consideran que embarcarse en una búsqueda interna es un acto egoísta. Sin embargo, examinar nuestra propia consciencia es una indagación universal y no personal. Al observar, caen los muros que demarcan nuestra supuesta individualidad y se evaporan las diferencias. Obviamente, lo que intuimos está más allá del dominio mental y no acepta definición alguna. Sin embargo, no debemos frustrarnos por esta incapacidad de verbalizarlo, ya que estamos buscando precisamente lo inefable.

El jñāna-yoga apunta hacia aparokṣa anubhava, o ‘la experiencia directa de nuestra propia autenticidad’: a realizar a ātman, como la realidad absoluta, o Brahman.

En el Kaṭha Upaniṣad leemos:

nāyam ātmā pravacanena labhyo
na medhayā na bahunā śrutena
yam evaiṣa vṛṇute tena labhyaḥ
tasyaiṣa ātmā vivṛṇute tanūm svām

«Este Ser no puede ser alcanzado mediante el estudio de las escrituras, mediante la percepción intelectual o escuchando (sobre este) de manera frecuente; solo puede alcanzarlo aquel a quien el Ser elige. A él, el Ser le revela su verdadera naturaleza». (Kaṭha Upaniṣad, 1.2.23).

El jñāna-yoga no aspira al conocimiento intelectual, pero en lugar de rechazar la mente, la utiliza para alcanzar un proceso evolutivo más amplio. El intelecto explora y examina su propio funcionamiento. Más que una investigación filosófica, el vedānta promueve una autoindagación: un estudio del acto cognitivo mismo.

El estudio de los upaniṣads es un aspecto importante de este sendero, pero es un error creer que la erudición será suficiente para conducirnos a la autorealización. Las escrituras, las enseñanzas del maestro y la sādhana están destinadas a despertar la memoria del discípulo. El ego es solo olvido o amnesia. Esta sabiduría no puede ser inculcada como en la escuela, porque el jñāna-yoga no es un proceso de estudio sino más bien de recuerdo de lo que realmente somos, de nuestra auténtica naturaleza.

En la actualidad, adquirimos conocimiento mucho más rápido que sabiduría. Nuestra habilidad nos permite fabricar teléfonos celulares, pero nuestras conversaciones carecen de profundidad. Armamos computadoras avanzadas, pero terminamos perdiendo el tiempo en juegos. Hemos hecho grandes progresos en la superficie, pero estamos estancados internamente. Aunque hemos madurado superficialmente, estamos estancados en la niñez en el ámbito psicológico y espiritual.

Cuando nos aburríamos de niños, buscábamos de manera obsesiva formas de matar el tiempo. Ya en la edad adulta, algunos acuden a periódicos, radio, televisión, computadoras, y otros a la espiritualidad. Muchos han convertido la búsqueda de la Verdad en una diversión que consiste en ‘vitrinear’ en diferentes retiros, cursos, maestros, libros y demás. Si nuestra vida espiritual es solo otra recreación, la búsqueda se limitará a la palabrería y, con toda seguridad, nos mantendrá en la superficie. Al usar la vida espiritual como un entretenimiento, convertimos a Dios en otra diversión y la iluminación en una simple fuente de placer.

El misterio de lo desconocido no se rastrea de la misma manera que el dinero, la fama o el sexo. La mente no puede buscar lo que desconoce; solo desea aquello que logra proyectar desde su propio contenido. Si intentamos pensar en Dios, terminamos con una proyección mental de nuestro pasado. Pensar acerca de la Verdad se convierte en un trabajo relacionado con una herencia cultural de nuestra sociedad. La Verdad no acepta objetivación y, por ende, no puede ser buscada. Una vez encontrada, pierde su vitalidad. En esta vida, la consciencia es lo único que, a pesar de ser indefinible, es imposible de ignorar.

La Verdad se revela por sí misma cuando cesa toda búsqueda. Al dejar de perseguir nuestras proyecciones mentales de la Verdad, nos damos cuenta de que estamos iluminados. Tal como lo expresa el Maestro Kokuan en Los diez cuadros del pastoreo del buey de la tradición Zen:

«La mediocridad ha desaparecido. La mente está limpia de limitación. No busco ningún estado de iluminación; tampoco permanezco donde no existe la iluminación. Como no persisto en ninguna condición, los ojos no pueden verme. Si cientos de pájaros cubriesen mi camino de flores, semejante alabanza carecería de sentido».

Como una entidad egoica, eres una ilusión; un ser irreal no puede pretender ser auténtico. La Verdad solo puede revelarse en un momento libre de lo conocido, de la memoria, del pasado. No podemos buscar, alcanzar, lograr ni saber la Verdad: solo podemos serla. De pronto, notamos que somos aquello que ambicionamos. Obviamente, no podemos encontrar la Verdad buscándola, pero sin la búsqueda jamás la encontraríamos.

(Un extracto de los escritos de Prabhuji)

Karma Yoga

Karma Yoga

El karma-yoga -o el arte de la acción desinteresada- nos enseña a actuar en consonancia con el dharma, es decir, con el papel que se nos ha asignado en la vida, sin expectativas por los resultados. Debido a que todo ser humano, sin diferencia de edad, sexo, raza o nación, está abocado a la acción, este sendero en una de las vías más esenciales dentro del yoga.

La palabra karma se deriva de la raíz sánscrita kri, cuyo significado es ‘hacer’ o ‘actuar’. Karma se refiere tanto a la ‘acción’ o ‘actividad’ como a su resultado o efecto. Karma-yoga es ‘unión a través de la acción’. Consiste en la completa dedicación de las obras a la voluntad suprema, renunciando a todo interés por la ganancia egoísta y a cualquier deseo por los frutos de nuestros esfuerzos, los cuales se consagran a la humanidad, que es la manifestación de Dios.

El karma-yoga sugiere poner nuestra atención, interés y amor en la obra en sí y no en sus frutos. De esta manera, aprenderemos a apreciar el proceso de la obra y a situarnos en el presente, renunciando a los resultados que vendrán en un futuro por añadidura.

Esta vía de liberación va mucho más allá de actuar con buenas intenciones. Las buenas acciones no conducen a la liberación sino que a continuar reencarnándonos, aunque en condiciones más favorables. La filantropía puede otorgarnos una celda más placentera pero no la liberación de la cárcel. La intención del karma-yoga es detener el proceso acumulativo de reacciones tanto positivas como negativas, y así liberarnos de los repetidos nacimientos y retornar a nuestro origen divino.

El karma-yoga es esa sabiduría que nos permite actuar sin que la acción nos ate o encadene. Nos enseña el delicado arte de convertir la acción en una herramienta de liberación y no de esclavitud.

El karma-yoga es el arte de transformar nuestras reacciones automáticas en acciones conscientes y, por tanto, nuestro karma en yoga.

La vía de la acción no ve en la actividad y el trabajo un obstáculo para la vida meditativa. Lejos de aconsejarnos que dejemos nuestros trabajos y dediquemos nuestra vida únicamente a la oración y a la meditación, esta vía sugiere que transformemos nuestro trabajo en adoración y meditación. Nos propone adoptar una nueva perspectiva que transforme nuestras tareas y nuestro trabajo, por muy aburridos, difíciles o exigentes que sean, en instrumentos para crecer y evolucionar, en herramientas para alcanzar niveles superiores de consciencia.

El hinduismo no es una justificación para los escapistas. La religión sanātana-dharma no permite ser utilizada como pretexto para eludir las responsabilidades hacia la familia, la sociedad y el país. Por el contrario, el hinduismo aconseja que nos comprometamos conscientemente con el mundo para conocerlo, confrontarlo y comprenderlo, con el fin de trascender en última instancia sus limitaciones, las cuales no pueden ser superadas sin ser primero comprendidas.

Por lo tanto, todo aspirante espiritual debe adentrarse profundamente en el arte de la acción y hacerla parte de su sādhanā. El karma-yoga nos ofrece una vida espiritual sin la necesidad de aislarnos en una cueva en el Himalaya. Nos permite desarrollarnos en medio de la actividad que exige la vida en nuestra sociedad moderna.

(extracto de los libros de Prabhuji)

Generalmente, nos referimos al karma-yoga como el ‘yoga de la acción’ o el ‘yoga de la actividad’. Sin embargo, el karma-yoga clásico, más que enseñar solamente qué es la acción y cómo actuar, es una sabiduría que nos guía a la trascendencia de la reacción –o de la obra en su nivel instintivo, mecánico, autómata– para despertar al mundo de la acción. Para tal efecto, es muy importante que comprendamos la diferencia entre la reacción y la acción.

La reacción proviene de la mente; su origen es nuestro mundo interno subjetivo de sueños, pesadillas, caos y desorden. Por lo tanto, la reacción se origina siempre en el pasado, porque la mente es pasado, es ayer. La reacción proviene del mundo del pensamiento, que es pasado. Al ser pasado –al provenir de la memoria–, la reacción no tiene relación alguna con el instante, con el prójimo, con la situación. Está totalmente desconectada del ahora, porque la reacción no consiste más que en una activación de determinados patrones de conducta que han sido adquiridos en un pasado.

La acción procede del instante, del presente. Sus raíces están en lo profundo de la existencia, porque es una expresión o una manifestación de esta. La acción posee la vitalidad de lo que es real; no se origina en un pasado. Es como bailar con el presente; es estar en armonía con este instante, como estar en tono con el otro; es un tipo de conversación con el momento. La acción ocurre en el presente, y entonces lo que hagas, lo que toques, tendrá un profundo significado, porque está vivo. La diferencia entre la acción y la reacción es como la que existe entre una flor verdadera, natural, y una flor de plástico. La reacción puede ser bella, pero es siempre trillada.

(Extracto del libro de Prabhuji «Lo que es, tal como es«)