Gurumaa, S.D.G. Avadhutika Bhaktivedanta Yogacharya Srimati Atmananda Mataji Maharani

Guruma nació el 30 de abril de 1991 en Santo Domingo, República Dominicana. Realizó su educación primaria y secundaria en el colegio Seráfín de Asís, una institución católica dirigida por monjas franciscanas. Desde temprana edad, mostró una sensibilidad profunda y una mirada reflexiva hacia la vida. Pasaba mucho tiempo sola, sentada en la antesala de su casa mirando por la ventana, preguntándose si la existencia se reducía a estudiar, casarse y tener hijos. Esa idea no le resultaba suficiente; algo dentro de ella intuía que debía haber un propósito más profundo y elevado.

Personas cercanas le señalaban su capacidad para escuchar profundamente, algo que la acompañó desde siempre y que fortaleció su decisión de estudiar psicología. En junio de 2016, obtuvo el título de Licenciada en Psicología Clínica en la Universidad Católica de Santo Domingo. Su tesis universitaria fue reconocida con un premio de investigación. Durante su formación, y más adelante en su ejercicio profesional, trabajó con niños con condiciones como el trastorno del espectro autista, síndrome de Down y diversas dificultades de aprendizaje. También se desempeñó como docente de inglés y otras asignaturas.

Uno de los motivos que le llevó a estudiar psicología fue tratar de comprender al ser humano: ¿qué es esto que somos? Esa pregunta le generaba una gran curiosidad. Sin embargo, al culminar sus estudios, no se sintió plenamente satisfecha con las respuestas encontradas. Percibió que la psicología se enfocaba principalmente en una dimensión específica del ser: la mente. Sentía que no se abordaba con suficiente profundidad aquello que podríamos llamar alma, espíritu o lo trascendental, eso que no puede ser comprendido a través de la mente. Esta carencia se volvió aún más evidente en su interior y la impulsó a continuar su búsqueda hacia algo que pudiera abrazar todas las dimensiones del ser.

 Desde muy joven, Atmananda Ma sintió un anhelo profundo por una conexión más íntima con Dios. Aunque fue criada en el seno del catolicismo y participó activamente en retiros y grupos de oración —momentos que en ocasiones le permitieron experimentar cierta cercanía con lo que ella llamaba “Papá Dios”—, a medida que crecía también lo hacía una sensación de vacío. Las estructuras religiosas tradicionales, si bien ofrecían consuelo momentáneo, no lograban responder a sus inquietudes más esenciales.

 En su búsqueda, exploró diversas corrientes religiosas, incluyendo el mormonismo y los testigos de Jehová. Cada paso era impulsado por el deseo de encontrar un espacio donde esa conexión con lo divino pudiera vivirse de manera más plena. Las iglesias, especialmente cuando estaban vacías, le transmitían una sensación de recogimiento y calidez que resonaba en su interior, pero aun así, sentía que algo faltaba.

 Uno de los momentos más reveladores ocurrió en soledad, sentada en su auto. Allí, desde lo más íntimo de su corazón, le habló a Dios. Le expresó que, aunque sabía que Él siempre la acompañaba, no podía evitar sentirse sola. Tenía amigos, familia, vínculos… pero había una soledad más profunda, existencial, que no lograba disiparse. Fue entonces cuando nació en ella una súplica: quería profundizar su relación con Dios, conocerlo verdaderamente, sin intermediarios ni conceptos.

 Poco tiempo después, ese ruego silencioso empezó a encontrar respuesta. Comenzó a practicar yoga con un discípulo de Prabhuji, sin saber que ese sería el portal hacia el verdadero encuentro con su Maestro, Prabhuji.

 La vida de Atmananda Ma cambió por completo el día que entró a una clase de yoga por primera vez. Había algo en esa práctica que tocó una fibra profunda, algo que no podía explicar, pero que sabía que era real. Fue así como, poco tiempo después, asistió a un satsang virtual internacional de Prabhuji. Desde ese día, no pudo dejar de asistir. Algo había despertado. Un reconocimiento interno, una certeza sin palabras.

 Al leer uno de los libros de Prabhuji, se encontró con la palabra “diksha” y, sin entenderla del todo en ese momento, sintió una atracción inmediata. Un tiempo después, mientras aún vivía en República Dominicana, recibió la iniciación y el nombre espiritual de Kālī Devī. No comprendió del todo el alcance de lo que estaba ocurriendo, pero sí tuvo una profunda sensación de haber entrado bajo la protección de su maestro, como si hubiese subido el primer escalón en un proceso que no dependía de ella, sino que ocurría por gracia.

 Conocer a Prabhuji fue la experiencia más transformadora de su vida. Por primera vez, supo lo que era el amor, no en un sentido emocional o romántico, sino en algo más grande, más real. Descubrió que la conexión con su maestro no dependía de la cercanía física. Había una presencia constante que acompañaba sus días, una alegría del alma difícil de describir, pero imposible de ocultar. Las personas a su alrededor empezaron a notar que algo en ella había cambiado. Le preguntaban qué era, pero no sabían a qué atribuirlo. Ella tampoco podía explicarlo del todo, pero sabía que la vida había tomado otro sabor.

Debido a que Prabhuji no acepta discípulos no le fue nada de fácil aproximarse a él. Por lo tanto, aunque le tomó mucho tiempo y le fue muy difícil unirse a la organización, hablaba de Prabhuji siempre que tenía oportunidad. Incluso durante su estancia en España, sus amigos más cercanos conocían de su maestro. En uno de los grupos a los que se unió, le preguntaron cuál era su sueño. Sin dudarlo, respondió: “Poder vivir algún día con mi maestro”. Poco tiempo después, esa posibilidad se abrió. Una semana antes de terminar su curso, pudo compartir con alegría que su sueño se estaba haciendo realidad. Sus compañeras se alegraron por ella, y ella aún más: por fin se acercaba el encuentro que tanto anhelaba. Mucho antes de mudarse al Ashram, Atmananda Ma ya sentía que su propósito en esta vida era ser discípula. Tenía la certeza interna de que había venido al mundo para realizar lo que verdaderamente es. Sentía que era un alma vieja, que ya había vivido muchas veces, y que esta encarnación traía consigo el reconocimiento definitivo.

 Prabhuji le otorgó su primera iniciación, luego iniciación brahmana, posteriormente iniciación sanyas y finalmente la iniciación como Avadhutika con el nombre de Avadhutika Atmananda Babaji Maharani. Siguiendo los pasos de su Maestro, Gurumaa, junto con su despertar, decidió retirarse de la sociedad y adoptar una vida ermitaña. Desde entonces, pasa sus días en soledad, rezando, escribiendo y meditando en silencio y contemplación.

A petición de Prabhuji, Gurumaa ha aceptado la responsabilidad de dirigir la Misión Prabhuji desde su posición de Jivan Mukta o ‘liberada en vida’. Gurumaa es un miembro activo de la Sangha Sagrada. Está totalmente dedicada en cuerpo, corazón y alma a la misión fundada por su maestro.