El hombre realmente dichoso

Un rey quería ser completamente feliz, un gran sabio le dijo: “Mire, si usted quiere ser feliz, tiene que calzarse los zapatos del hombre feliz.”

El rey mando a sus soldados por todo el reino y buscaron por todos lados.

Al cruzarse con un habitante le preguntaron:-“ ¿Es Usted feliz?”

-“Casi feliz, si encuentro novia voy a ser feliz.”

-“Entonces le falta, no es feliz.”- contestaron los soldados.

Entonces fueron a otro que ya estaba casado y le preguntaron: -“ ¿Es Usted feliz?”

-“Casi feliz, si tengo un hijo voy a ser feliz.”

Encontraron a otro y le preguntaron: -“¿Es Usted feliz,  pero realmente feliz?”

-“Feliz… feliz… feliz seré cuando cambie mi antiguo coche y caballo por unos nuevos, entonces voy a ser completamente feliz…”

Todas las personas que encontraban eran casi casi felices….Cuando me compre la casa, al siguiente millón, todo el mundo era casi feliz…

-“Sí” – contestó.

-¿Hay algo que le falta?

-“No, nada.”

-¿No quiere un cigarrillo, un cafecito?”

-“No”- contestó.

-“¿No quiere cerveza, champaña, algo de comida, alguna satisfaccion sensual?”

-“No”.

-“¿No quiere familia?”

-“No”.

-“¿No busca nada, no necesita nada?”

-“No”.

-“Entonces, es usted totalmente feliz?”

-“¡Sí! ¡Soy totalmente feliz!”

-“Entonces, ¡traiga sus zapatos!

-“No puedo, porque no tengo zapatos”- no necesito calzado… contestó el hombre realmente dichoso.

Deseo

Un joven discípulo se acercó a su maestro espiritual y ofreció sus humildes reverencias. Pasados unos momentos de respetuoso silencio dijo:

-“Amado maestro, practico japa a diario, asisto a las pujas, estudio y medito diariamente, sin embargo no ocurre nada, quisiera saber qué me hace falta para realizar a Dios.”

El anciano sabio le dijo:

-“Sígueme y te mostraré lo que te hace falta para la realización de Dios…”

Ambos se encaminaron a un río cercano y el maestro entró al agua; luego llamó a su discípulo diciéndole:

-“Ven, yo te mostraré lo que te hace falta para realizar a Dios…”

El joven discípulo entró al agua lleno de expectativas, cuando alcanzaron cierta profundidad el maestro apoyándose sobre los hombros del joven lo sumergió en el agua. El discípulo trató de deshacerse del maestro quien lo había agarrado muy fuerte manteniendo al joven discípulo bajo el agua. Pasados unos momentos que para el joven parecieron una eternidad, el maestro liberó al discípulo quien recuperó su aliento respirando profundamente. Entonces el maestro procedió a preguntar:

-“Cuando te encontrabas bajo el agua, ¿Cuál era tu deseo principal?”

A lo que el joven discípulo sin la menor vacilación respondió:

-“Sólo una cosa, respirar, sólo deseaba aire …”

El guru preguntó:

-“En esos momentos,  ¿no hubieras preferido dinero, fama, una familia, riquezas, poder, placeres, golosinas, helados, tortas o comodidades?

La respuesta del discípulo fue tajante:

-“No señor, necesitaba solo respirar, únicamente quería aire y nada más …”

Entonces el maestro espiritual dijo:

-“He ahí lo que precisas para la iluminación, cuando desees a Dios con la misma intensidad con que deseabas el aire en aquellos momentos bajo el agua, cuando Dios sea tu única aspiración día y noche le realizarás sin duda alguna.”

 

El Dormilon

El Dormilon

El dormilón era un hombre de edad avanzada que yacía a un costado de la acera profundamente dormido. La gente del barrio y los lugareños comentaban entre sí que llevaba durmiendo más de 50 años. Todos se preguntaban la razón de tan largo sueño, sin encontrar respuesta…

Fue el más anciano del pueblo quien un día dijo: – ¡Señores! … yo sé la razón, el dormilón no despierta simplemente porque en su dormir sueña que está despierto.

 

El Dedo del Rey

Hace muchísimos años, al Sur de los Himalayas, el gran Maharaja de esas tierras recibió la visita de un embajador del reino de Mathura del Norte, el cual le trajo como regalo una bellísima espada labrada a mano. Mientras el monarca se deleitaba con el hermoso trabajo hecho en el sable, accidentalmente se cortó la punta de su dedo pequeño. Al rey le dolía mucho y sufría por el corte. De pronto su más cercano ministro se acercó al trono real y le dijo: – «Su majestad, no se lamente tanto por la pérdida de la punta de su dedo, la vida es un plan divino y todo lo que ocurre está dispuesto por Dios. El Señor es amor, todo lo que nos ocurre es para nuestro propio bien.»

Al escuchar estas palabras de su propio ministro y secretario más cercano el emperador enfureció y muy enojado dijo: – «Para ti es sumamente fácil decir algo así porque no es tu propio dedo, si no retiras lo que has dicho te encarcelaré.»

A lo cual el ministro replicó: – «Su majestad, no me es posible retirar lo dicho porque sería ser desleal con mi propio corazón, lo que os he dicho es lo que mi corazón me ha mostrado, que ni siquiera una brizna de pasto se mueve sin la voluntad del Señor.»

Considerándolo una grave irreverencia y falta de respeto el rey ordenó a sus guardias que encarcelaran a su ministro. Días después llego el día en que el rey acostumbraba a cazar, habitualmente el rey era acompañado por su secretario personal y ministro, pero debido a que se encontraba en prisión bajo arresto esta vez el monarca salió solo con un punado de guardias. Habiéndose adentrado en las profundidades de jungla, el rey junto a sus guardias fueron capturados por una tribu de caníbales. Después de haber sido hechos prisioneros el rey y sus guardias fueron arrastrados hacia el lugar donde los caníbales hacían sus preparativos para sus rituales para llevar a cabo sus sacrificios humanos. Después de ser vanado y ungido con aceites considerados sagrados por los salvajes, fue conducido al altar de los sacrificios. Justo unos instantes antes de que el rey fuera inmolado el más alto sacerdote de los caníbales se dio cuenta que al rey le faltaba la punta de su dedo menique, ante lo cual el gran sacerdote dijo: -«¡Alto!, este hombre no se encuentra apto para ser sacrificado, le falta la punta de su dedo menique, no puede ser ofrecido.»

Luego, el rey fue conducido a un lugar en la selva donde le dejaron irse. Al llegar de vuelta a palacio, el monarca recordó las palabras de su ministro. Directamente se encamino a la cárcel para poner en libertad a su ministro. Abrazándolo le dijo: – «Tenías toda la razón, al parecer Dios decidió salvar mi vida.»

El rey continuó sumamente emocionado: -«Si mi dedo hubiera estado entero me habrían sacrificado y esos caníbales me habrían devorado –

Sólo hay algo que aun no logro comprender: – «¿Por qué Dios dispuso que te pusiera en prisión de manera tan injusta?, ¿acaso también esto procedía de Dios?».

-«Por supuesto» – contestó el ministro.

Si no me hubieras puesto en prisión, yo hubiera ido contigo en la cacería tal y como estamos acostumbrados, entonces nos hubieran capturado juntos. Y yo tengo todos mis dedos en perfecto estado, por lo tanto yo habría estado apto para ser ofrecido como ofrenda y para ser devorado por los caníbales…»

 

 

El halcon que no queria volar

El halcon que no queria volar

El rey recibió un fino regalo, de en dos preciosos halcones. El monarca entregó ambas criaturas a cetrería con el fin de que fueran entrenados.

Después de un tiempo el maestro de cetrería informó al Raja que uno de los halcones volaba majestuosamente en las alturas pero que el otro no se movía de su rama desde que llegó. El monarca mando a llamar a varios expertos de su reino para ver si podían encontrar una solución, sin embargo, ninguno de ellos fue capaz de hacer que el ave volara.

El rey mando a llamar a los más sabios entre sus consejeros y cuán grande fue su frustración al comprobar que nadie podía hacer que el ave abandonara su rama y volara.

Uno de sus consejeros le dijo que quizás lo mejor seria buscar una persona más acostumbrada a la vida en contacto con la naturaleza para solucionar un problema así.

El rey dio la orden de buscar en su reino a algún granjero que intentara hacer algo al respecto.

Una mañana el rey quedó asombrado al observar por su ventana y ver a su halcón volando muy alto, de inmediato dijo:

– ¿Quién ha conseguido esto?”

– “Un granjero su majestad”

A lo cual el monarca ordenó:

-“Traedme a este héroe de inmediato.”

Al traer al sencillo granjero en presencia del rey, le agradeció sus esfuerzos y le preguntó:

-“¿Podría usted buen hombre decirme como hizo para convencer a este halcón a volar?”

Ante lo cual el granjero respondió:

-“Simplemente tomé mis herramientas y le corté la rama, Su Majestad”.