Un joven discípulo se acercó a su maestro espiritual y ofreció sus humildes reverencias. Pasados unos momentos de respetuoso silencio dijo:

-“Amado maestro, practico japa a diario, asisto a las pujas, estudio y medito diariamente, sin embargo no ocurre nada, quisiera saber qué me hace falta para realizar a Dios.”

El anciano sabio le dijo:

-“Sígueme y te mostraré lo que te hace falta para la realización de Dios…”

Ambos se encaminaron a un río cercano y el maestro entró al agua; luego llamó a su discípulo diciéndole:

-“Ven, yo te mostraré lo que te hace falta para realizar a Dios…”

El joven discípulo entró al agua lleno de expectativas, cuando alcanzaron cierta profundidad el maestro apoyándose sobre los hombros del joven lo sumergió en el agua. El discípulo trató de deshacerse del maestro quien lo había agarrado muy fuerte manteniendo al joven discípulo bajo el agua. Pasados unos momentos que para el joven parecieron una eternidad, el maestro liberó al discípulo quien recuperó su aliento respirando profundamente. Entonces el maestro procedió a preguntar:

-“Cuando te encontrabas bajo el agua, ¿Cuál era tu deseo principal?”

A lo que el joven discípulo sin la menor vacilación respondió:

-“Sólo una cosa, respirar, sólo deseaba aire …”

El guru preguntó:

-“En esos momentos,  ¿no hubieras preferido dinero, fama, una familia, riquezas, poder, placeres, golosinas, helados, tortas o comodidades?

La respuesta del discípulo fue tajante:

-“No señor, necesitaba solo respirar, únicamente quería aire y nada más …”

Entonces el maestro espiritual dijo:

-“He ahí lo que precisas para la iluminación, cuando desees a Dios con la misma intensidad con que deseabas el aire en aquellos momentos bajo el agua, cuando Dios sea tu única aspiración día y noche le realizarás sin duda alguna.”